jueves, 23 de julio de 2015

Déjame que te cuente....


Déjame que te cuente....

Pensando el tema del próximo post ha caído en mis manos un libro del Psicólogo Jorge Bucay llamado “Déjame que te cuente..”, y he pensado cambiar el tema de la nutrición y belleza por hacer una reflexión personal para cultivar la “belleza interior”
Se trata de un libro antiguo, siempre refiriéndome a la fecha de su primera edición (el que yo tengo es de 1999), pero que siempre es actualidad. Son relatos cortos de los que podemos sacar alguna conclusión práctica aplicable a nuestra vida diaria.
Uno de estos relatos se llama “Las ranitas en la nata” y después e leerlo, creo que tod@s podemos sacar la misma conclusión: si no perseveramos para conseguir nuestros objetivos y metas personales nunca llegaremos a ningún sitio. No hay que rendirse, aunque en algunos momentos pensemos que todo está perdido, los mejores resultados siempre los obtenemos con la constancia y el trabajo diario.
Y como dijo Jorge Bucay “LOS CUENTOS NOS SIRVEN PARA DORMIR A LOS NIÑOS PERO TAMBIÉN PARA DESPERTAR A LOS ADULTOS", os recomiendo la lectura de este cuento:

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata.


Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: - “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”.
Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizás más tozuda se dijo: - “¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mí último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.
Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.
Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla.
Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente. 



Ahora que cada un@ piense y saque sus propias conclusiones, pero como dijo Toro Belisario “Solo se pierde cuando se deja de luchar”


Y como siempre espero que os guste¡¡¡¡